Nuestra primera vez en el Chocó

Georgia, de la oficina, y Mirjam, voluntaria desde hace mucho tiempo, conocían el Chocó y los proyectos de CASA HOGAR sólo de lejos. Ahora han visitado el Chocó por primera vez – una experiencia inolvidable, que relatan aquí.

Fuera de la ventanilla del avión, se extienden interminables extensiones verdes por las que transcurren grandes y pequeños ríos como serpientes de agua. Cuando aterrizamos, un calor húmedo nos envuelve de inmediato: bienvenidos al Chocó.

El clima y la naturaleza son dos aspectos que nos dejan sin aliento una y otra vez a lo largo del viaje (a veces literalmente). Debido a la alta humedad sudamos a cada paso. Pero además de mucho sol, también llueve una y otra vez. Y truena, ¡de qué forma! En Alemania nunca hemos vivido tormentas tan cercanas e intensas, los truenos hacen temblar y rugir toda la casa. Es algo que nos impresiona totalmente, pero los lugareños sólo lo llaman “nube pasando”. Las lluvias fuertes, en cambio, pueden inundar las calles, arrancar los tejados y destruir pueblos enteros.

La naturaleza: hogar, protección y fuente de vida

La naturaleza es poderosa, como solemos olvidar los humanos, que creemos que hace tiempo que la hemos subyugado. En el Chocó, esta fuerza de la naturaleza está muy presente. Esto también se refleja en las numerosas hojas y plantas gigantes, que brillan con un verde exuberante y otros ricos colores. Vegetación en superlativos. Pero no hay que tener miedo a esta naturaleza, nos explica un sacerdote que hace regularmente recorridos en bicicleta de varios días por la selva, incluso con “nubes pasajeras”. La selva tropical, la madre naturaleza, es hogar, protección y fuente de vida. Esta vida, florece no sólo en muchos colores, sino también en todo tipo de sonidos: Por la mañana, los pájaros nos despiertan con fuerza (también son mucho más ruidosos que sus parientes lejanos de Alemania), y por la noche, se escuchan gorjeos y gorgoritos a través de las ventanas sin cristales, mezclados con las voces de la gente y sonidos de diferentes ritmos musicales que nos llegan desde la pequeña ciudad de Istmina.

La naturaleza también nos proporciona una increíble cantidad de fruta que sólo se puede soñar en Alemania: El borojó, la badea, el lulo, la piña chocoana y la papaya -por cierto, a casi todas se les atribuye un efecto afrodisíaco- son puro placer como tentempié o zumo fresco. El agua que bebemos, en cambio, procede de bolsas de plástico compradas. El agua domiciliaria del grifo es agua de lluvia y puede contener gérmenes. También se recomienda beberla hervida. Pero hervirla no ayuda a combatir el mercurio que acaba en los ríos como resultado de la extracción de oro, por lo que se aconseja encarecidamente no consumir esta agua. A pesar de la abundancia de agua en el Chocó, hay escasez de agua potable en el departamento. La contaminación no se detiene en el aire: las mototaxis y los chochos (o tuktuks) son los principales medios de transporte público en y entre los pueblos, y sus gases de escape son, por tanto, una constante en las ciudades.

Llenas de burbujeante alegría de vivir

También nos impresiona increíblemente la gente que conocemos en nuestro viaje. Casi sin excepción, todo el mundo es extremadamente amable y nos recibe con los brazos abiertos.

Especialmente las chicas de la CASA HOGAR Niña María, con su calidez y alegría de vivir, nos atrapan de inmediato. Pero no debemos olvidar que también han sufrido algunos “golpes” en su vida: Gloria* de once años, nos cuenta que perdió a sus padres hace cinco años debido al conflicto armado que padece la región. Sus familiares más cercanos querían que terminara la escuela y por eso Gloria* vino a CASA HOGAR. Meli, de siete años, fue abandonada por su madre, su padre era un alcohólico violento, por lo que creció con su abuela. Pero su abuela no podía cuidarla lo suficiente bien, por lo que cada vez estaba más desatendida, hasta que la abuela acudió a CASA HOGAR con la esperanza de poder darle a su nieta un futuro mejor. En la residencia, las niñas experimentan un espacio protegido y afectuoso en el que pueden desarrollarse de muchas maneras.

Hay algo que es asombroso en las niñas de la residencia, que a primera vista quizás no es percibido: Ellas se entienden estupendamente. Naturalmente pequeñas discusiones hacen parte de la convivencia, pero lo que aquí se ha logrado, es la comunión entre Indígenas y Afrocolombianos. Ellas son amigas, que comparten su cultura con las otras. Y esto no es algo que se dé por sentado, como informan las monjas cuidadoras y los comprometidos voluntarios locales. Existen prejuicios históricamente arraigados entre los distintos grupos étnicos que a menudo dificultan o incluso imposibilitan la convivencia intercultural.Que se haya logrado la convivencia en la residencia es notable y algo de lo que las cuidadoras pueden estar orgullosas.

Nos enteramos de cómo las niñas se han vuelto seguras de sí mismas durante su estancia en CASA HOGAR: Yanina y Alma, de 12 años, experimentaron en sus pueblos indígenas, como sus parientes mujeres son víctimas de violencia doméstica. Ellas dicen que no quieren ser víctimas de esto y que la escuela y la universidad las ayudaran a evitar este destino. Yenny tiene ahora 18 años y asume mucha responsabilidad con las más pequeñas. Cuando visitaba su remoto pueblo, sus padres intentaban convencerla de que bebiera agua del río sin tratar. Se negó y explicó a su familia que se pueden matar los patógenos hirviendo el agua. Y en contra de su padre que la quería obligar a tomar licor ha interpuesto una denuncia ante el Consejo Comunitario. El cual ha sentenciado: Ningún padre del cabildo puede obligar a sus hijas y hijos a consumir licor.

Con incansable compromiso

Esa valentía, esa fuerza de voluntad, son impresionantes. Y encontramos estas cualidades en muchas chocoanas y muchos chocoanos, quienes frecuentemente e insistentemente abogan por su comunidad. Con sus recursos propios (por parte del Estado reciben poco apoyo) logran muchas cosas positivas:

Ahí está COMULICHEM, un grupo de mujeres comprometidas, quienes levantaron una refugio para mujeres y han convertido un edificio deteriorado e inundado en un lugar de paso, un taller y un futuro restaurante, todo ello de forma voluntaria.

María Paula (ASOJUPAZ) fundó una cancha de futból para niñas y mujeres jóvenes, para de esta manera a través del deporte alejarlas de los peligros y riesgos omnipresentes (licor, drogas, prostitución, embarazo temprano). El torneo fue financiado inicialmente en su mayoría por ella, pero también recibió apoyo de conocidos jugadores de futból y donaciones. Entretanto, el torneo tendrá lugar por cuarta vez.

Y ahí está Sally Asprilla, quien después de 30 años de experiencia laboral en el sector educativo del Chocó por motivos de salud fue pensionada tempranamente y quien sin descanso continua comprometida con las generaciones jóvenes. Ella dirige la Fundación la Paz y con CASA HOGAR fundaron la residencia estudiantil CASA HOGAR La Paz.

Solo algunos ejemplos, que muestran, que la voluntad y el empoderamiento están ahí, para lograr un cambio en la sociedad del Chocó. Sin embargo, frecuentemente faltan recursos financieros y/o conocimientos administrativos para materializar las ideas. Y precisamente en estos puntos podemos nosotros en CASA HOGAR contribuir, para hacer en conjunto con las chocoanas y los chocoanos una verdadera diferencia.

Con esta comprensión fortalecida, ropa húmeda y muchos calurosos recuerdos en la maleta viajamos de regreso a Alemania.

Advertencia: Nosotras, Georgia y Mirjam, estuvimos en el Chocó sólo dos semanas en julio de 2021 y principalmente en Istmina, algunos otros pueblos de la región de San Juan y Quibdó. Las impresiones son por tanto subjetivas y no incluyen, por ejemplo, la región costera o las comunidades rurales más remotas.

* todos los nombres de las niñas han sido cambiados